lunes, 30 de marzo de 2015

Las andanzas y desventuras de Marlin, el Pez Payaso



Pues sepa vuestra merced, ante todas cosas, que a mí me llaman “Marlin”, aunque mi nombre completo es Marlin Pez Payaso, y que soy viudo de Coral Pez Payaso, y padre de Nemo, y que somos residentes en un una anémona con vistas, en un barrio también conocido como el acantilado.

Y como vuestra merced me ha pedido que le cuente el caso por extenso me pareció contarlo desde el principio para que así tenga cumplido relato de mi persona y así vea cuan complicado me ha resultado en este mar de peligros que es el nuestro  conseguir mi meta, y como me he convertido al cabo del tiempo en el protagonista de todas las pantallas.

Pues habiéndome yo recientemente mudado a mi anémona con mi pareja Coral, vino a ocurrir que una barracuda nos atacara, acabando con su vida y la de casi todos mis huevos.

Y he aquí, que el único hijo que me vino a quedar tuviera por nombre Nemo, y, como usted mismo ya conoce esto de la paternidad, entiende cuando le digo que es y ha sido mi ser más preciado y que lo he querido más que a nada. Mas quisiera este mundo tan cruel en el que vivimos, que Nemo naciera con una aleta muy débil, la cual siempre ha sido fuente de mis preocupaciones y me ha quitado el sueño.

Años después del nacimiento de Nemo, en su primer día de colegio, tuve la culpa y la desgracia de mantener una discusión con mi hijo. Que si bien, y como usted ya sabe, es cosa normal entre las familias de todo hijo de vecino, conllevó unas consecuencias nefastas de las cuales aún me tengo que santiguar cuando las pienso, no vaya a ser que volvieran a suceder.

Y estando como estaba enfrascado en la discusión, no me di cuenta como el pececillo, en un acto de rebeldía, nadaba hacia mar abierto. Y ya iba yo a buscarle para que no cometiera más imprudencias, que para eso están los padres, cuando unos humanos lo apresaron y se lo llevaron con ellos, dejándome a mí tremendamente alarmado.

Y he aquí donde empieza, vuestra merced, el caso de cómo conseguí rescatar de las garras de los humanos, a mi Nemo. Y de cómo, con la ayuda de Dory, un olvidadizo pez, y diferentes  animales marinos  conseguí llegar a Sidney, donde los humanos mantenían apresado a mi hijo.

Gracias a estos, pude llegar a su prisión, llamada “Consulta Dental”. Sin embargo, al observar por la ventana, pude ver a mi hijo fallecido, y, deprimido me alejé de tan triste lugar. Mas Nemo, haciendo uso de argucias, había estado fingiendo su muerte, con lo que consiguió ser arrojado por el retrete y acabar en el mar. Allí se encontró con Dory, quien le ayudó a encontrarme.

Y, como la vida a veces es generosa, quiso el destino que mi hijo y yo volviéramos a encontrarnos, y ahora vivimos felices y sin más preocupaciones que las de cualquier pez corriente.

De lo que aquí adelante me sucediere avisaré a vuestra merced.

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